Ponencia de Mariano Gómez en el segundo Congreso Nacional del Minifundio, en Muro los días 15 y 16 de abril

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El minifundio como defensa del ecosistema mediterráneo. Cuádruple rentabilidad en el minifundio. El congreso se ha celebrado en la localidad de Muro de l’Alcoi los días 15 y 16 de abril de 2011.

Si el primer congreso debatía en 2008 sobre el minifundio dentro del ecosistema mediterráneo y la posibilidad de que éste fuera rentable, con la segunda edición se ha pretendido dar un paso adelante, planteándose cómo hacer funcionar ese modelo económico basado precisamente en el minifundio.

El programa, de carácter multidisciplinar, ha incluido la celebración de quince ponencias y presentaciones, cinco mesas redondas y la proyección de un documental. También acogió la celebración del segundo encuentro de vinos mediterráneos, la participación del cantautor Andreu Valor y una exposición pictórica sobre el minifundio. En todos los casos, se ha contado con personalidades de primer orden en campos como la agricultura, la economía, el medio ambiente, la gastronomía, el urbanismo, la cultura, la comunicación o el asociacionismo, entre otros.

El congreso del minifundio, abierto a la participación de la ciudadanía y de interés especial para agricultores y personas (profesionales o no) vinculadas al campo, cuenta con el apoyo de diversas instituciones públicas y privadas.

La segunda jornada del congreso nacional del minifundio fue, como la primera, especialmente intensa en cuanto a la participación y la diversidad de las ponencias. En todo caso, si la economía centró la mayoría de debates de viernes, el medio ambiente, la producción y la gastronomía han sido los protagonistas a lo largo del sábado.

Fue durante este día cuando participó Mariano Gómez, presidente de nuestro convivium y de Slow Food España. Los primeros en intervenir fueron el arqueólogo Ignasi Grau y la gestora cultural Carmen Quintero. La directora de la Luz de las Imágenes vinculó minifundio con patrimonio artístico, mientras que Grau habló de la cultura minifundista mediterránea, desde la época ibérica y romana.

Tras la conexión en directo de Paco Álvarez con el programa matinal de RNE No es un día cualquiera (presentado por Pepa Fernández), los participantes en el congreso tuvieron la oportunidad de degustar los bombones con aceite de oliva elaborados por el repostero Paco Torreblanca.

A través de las diferentes ponencias desarrolladas durante la mañana, quedó patente la necesidad de apostar decididamente, por parte de productores y consumidores, por los productos de proximidad. Fueron, por ejemplo, las propuestas del bodeguero Pepe Mendoza (de Enrique Mendoza, que habló de variedades de uva autóctonas para la elaboración de vino) o del mismo catering servido a mediodía (por vinoteca Malvasía en colaboración con el movimiento Slow Food).

Un consumo responsable como vía para permitir y potenciar a su vez la producción responsable. Mariano Gómez, presidente de Slow Food en España, reivindicó en una de las últimas potencias del congreso «la cultura gastronómica popular».

Slow Food es organización internacional sin ánimo de lucro que apuesta por la producción y el consumo responsable y ecológico. En contraposición a la frenética forma de vida de la sociedad actual, Gómez presentó algunas de las últimas iniciativas llevadas a cabo en España por la ONG a que representa.

Entre éstas, programas de educación gastronómica o para la recuperación de «producciones olvidadas». En este sentido, apostó por la «venta directa» de productores a consumidores como una alternativa a las grandes cadenas de distribución que fomentan un modelo insostenible y menos justo para el productor.

Pasadas las ocho de la tarde, daba comienzo la última ponencia y sin duda una de las más interesantes. Bajo el título la Viabilidad del minifundio, el viticultor Josep Lluís Pérez reivindicó el esfuerzo de los productores para conseguir recuperar el minifundio, pero hacerlo rentable económicamente “un producto de gran calidad a un precio mínimo”.

Josep Lluís Pérez, impulsor de la DO Priorat y colaborador del Celler de la Muntanya o del mismo proyecto Microvinya para recuperar el minifundio, apuntó detalladamente lo que, a su juicio, se necesita para hacer rentable el minifundio.

Una inversión mínima de 72.000 euros para poner en marcha producciones de 24.000 metros lineales, equivalentes a campos de entre tres y seis hectáreas. A partir de ahí, el producto necesita recibir por sus uvas un “precio justo”, que estableció alrededor de los 0,5 euros por kilo (los agricultores suelen recibir unos 0,2 euros).

“El lema ha de ser conseguir la máxima calidad con el mínimo coste posible”, propugnó Pérez, para quien no valen lamentaciones ni tampoco filosofías que primen sobre el esfuerzo. “Tenemos tecnología y recursos suficientes, apuesto por la vía de buscar unión, sinergias, trabajo, intuición, sacrificio…”, comentó.

De forma complementaria, el responsable del proyecto Microvinya y el Celler de la Muntanya, Juan Cascant, dijo que la producción agrícola acompañada de criterios técnicos “consigue resultados”.

Hacía referencia a su proyecto empresarial, que ha dado unos vinos elaborados fuera de las zonas reconocidas, sin embargo calificados entre los mejores de España.

Cascant defendió la asociación entre productor, técnico y comercial, a la vez que defendió, en la línea de lo expuesto a lo largo del congreso, nuevos sistemas y parámetros de distribución, venta, consumo, etcétera.

Además, abrió su sello Microvinya a cualquier bodega que quiera usarlo, siempre que se constate el pago justo de la uva, el uso de variedades autóctonas, que genera actividad social y que haya vinculación con la tierra.

Ya entrando en la parte de conclusiones, Juan Cascant expuso las claves de lo que considera ha de ser la producción ideal minifundista. “Hay que pasar del desastre a la armonía”, que se conseguiría combinando paisaje (medio ambiente), el precio justo (economía) y la calidad de los productos (sociedad). Éstas son las claves para una producción justa, viable, vivible y sostenible.

Tras esta intervención, Paco Álvarez hizo la reflexión final del congreso, aunque no se llegó a plantear en forma de conclusiones (tras 48 horas de ponencias variadas, pero en la misma dirección: buscando un nuevo modelo económico, especialmente en el ámbito agrícola y rural).

Álvarez apuntó que “las cosas no se hacen solas, sino que cuestan dinero”. Por eso planteó hablar de dinero “sin rubor” desde el punto de vista alternativo, dando apoyo a proyectos como Triodos Bank, Microvinya, la recuperación de olivos milenarios o los que se puedan plantear en la misma dirección.

 

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